¿Pueden los perros jugar fútbol?

Posiblemente esta es una pregunta que nos toma por sorpresa pues la respuesta evidente a ello se sustenta en un rotundo ¡No!

Recientemente se llevan investigaciones a manos de un estudiante de filosofía del ITESO, y este forma parte del equipo de investigación de Dog Dog.

Por medio de las experiencias vividas con su propia manada de perros donde figura uno de raza gran danes y gatos, ha compartido sus reflexiones en relación a los animales y el mundo de la filosofía, a través de una mirada interesante al universo empleando una perspectiva que es única.

Sabemos que cualquier persona respondería de la forma más obvia a la pregunta de si los perros juegan fútbol, que no.  sería un contundente ¡No! El estudiante en compañía de su hermano y Newton desarrollaron una versión canina del conocido “Torito”.

Un juego que posiblemente muchos conocen, y que se trata un juego donde participa un grupo de jugadores que se colocan en círculo, y uno de ellos se coloca en el centro de mismo.

La idea del juego es bastante simple, pues los jugadores que forman la circunferencia deben tocar el balón entre ellos para evitar que el jugador que se encuentra en el centro logre tocarlo. Este se trata de un juego tan sencillo, que incluso Newton, ha podido entenderlo también.

Para efectos de esta versión, ha sido más austera debido a que básicamente consiste en que uno de los tres participantes juega con el balón y hace pases de vez en cuando. Pero lo divertido del juego recae en la intervención del perro. 

Cuando se trata de un juego normal, el “Torito”, que es quien se encuentra al centro tiene como objetivo cumplir determinadas reglas tácitas que no están escritas, como por ejemplo: no pegarle a los demás jugadores, no obstante, Newton al parecer inventó su propio reglamento.

Tratándose de un excelente can, él sólo quiere el balón por lo que no existe un juego justo que lo detenga. Una vez que se ha dado inicio a la partida, Newton de inmediato se abalanza sobre el balón y cuando no consigue robarlo a las buenas, lo continúa buscando hasta que comienza a morder a los jugadores con la finalidad de obtenerlo a toda costa.

De inmediato su repertorio de estrategias se ve ampliado usando cabezazos y tacleadas, presentando la parte más divertida y menos violenta del juego, al cortar los pases aéreos, saltando con gran destreza y fuerza que es digna de un pastor alemán, al ver el balón en pleno vuelo.

Y aunque en oportunidades logra interceptar su trayectoria, en realidad nunca roba el balón, ya que siempre le termina rebotando.

En el momento en que el juego retorna al piso, todo se vuelve un tanto más brutal, pues el can comienza a darlo todo. Tal es su poder, que derriba a los jugadores con tacleadas, incluso tirando mordidas antes de que el balón alcance a su destinatario.

Un ejemplo de ello ha sido que, uno de los jugadores y el receptor se colocó de espaldas a Newton ya que no podía devolverle el balón. Ante ello Newton pudo encontrar una solución bastante sencilla aprovechando el vuelo que ya traía para darle un buen empujón en la espalda.

Situación que dio pie a la solicitud ante el árbitro de una ¡Falta!, ¡Tarjeta, por favor! Pero eso a Newton no le importó ya que se pudo llevar el balón colmado de júbilo pues había logrado robarlo.